lunes, 27 de octubre de 2025

Cuando el silencio también hiere: la otra cara del bullying



Por Olga Lucía Montoya Duque

Psicóloga social comunitaria – Autora de 'Cicatrices Invisibles: una guía práctica contra el acoso escolar'
Fundadora del movimiento 'Cicatrices Invisibles'

El silencio también duele

El bullying no siempre grita. A veces se disfraza de risa, de indiferencia o de complicidad silenciosa. En los pasillos de muchas escuelas, no solo el agresor deja marcas: también lo hace el silencio de quienes miran y no actúan.

Cada vez que un niño o adolescente es humillado, aislado o ridiculizado, y nadie interviene, el mensaje es claro: 'Tu dolor no importa'. Ese silencio, repetido una y otra vez, termina convirtiéndose en una herida más profunda que las palabras que la originaron.

El eco emocional del bullying

Las víctimas del acoso escolar no solo sufren en el momento del ataque. Cargan con las consecuencias durante años: miedo, inseguridad, ansiedad, desconfianza y una sensación de no pertenecer. Son las 'cicatrices invisibles' que permanecen mucho después de que el acoso termina.

En mis años de trabajo con poblaciones vulnerables y en entornos escolares, he visto cómo esas heridas no tratadas pueden evolucionar en comportamientos autodestructivos o en una desconexión emocional con la vida. Por eso, no basta con castigar el bullying: hay que sanar lo que deja atrás.

El rol de los testigos: cómplices o agentes de cambio

Detrás de cada acto de acoso, hay un círculo de observadores. Algunos ríen. Otros callan. Y muy pocos se atreven a intervenir.

Pero los testigos tienen más poder del que creen. Cuando un compañero se levanta y dice: 'Eso no está bien', cambia el curso de la historia. Los observadores son el termómetro moral del grupo: su silencio normaliza la violencia, su acción la detiene.

Por eso, en las escuelas debemos enseñar no solo matemáticas y ciencia, sino empatía, valentía y responsabilidad emocional.

Lo que los adultos no deben olvidar

A menudo, los adultos minimizan lo que los niños viven. 'Son cosas de muchachos', dicen. Pero lo que para un adulto parece una broma, para un niño puede ser el inicio de una pesadilla emocional.

Las familias, los docentes y las instituciones educativas deben convertirse en guardianes de la dignidad. Cada palabra, cada mirada, cada reacción frente a una denuncia puede marcar la diferencia entre sanar o romper definitivamente la autoestima de un niño.

Sanar también es educar

Educar en el respeto no es un contenido, es una cultura. Una escuela sana no se mide por la ausencia de conflictos, sino por la manera en que los enfrenta. Por eso, cada acción preventiva, cada taller, cada conversación sobre el valor de la empatía cuenta.

El movimiento 'Cicatrices Invisibles' nace precisamente con ese propósito: recordar que toda herida puede convertirse en propósito, y que la prevención comienza en el alma de quienes educan.

Reflexión final

El bullying no solo se combate con normas, sino con humanidad. Detrás de cada niño que hiere hay una historia no resuelta; detrás de cada víctima, un corazón que aún puede sanar. La transformación empieza cuando decidimos mirar, escuchar y actuar.

“Educar para sanar, sanar para transformar.”
– Olga Lucía Montoya Duque

Fundadora de Cicatrices Invisibles
@cicatricesinvisibles.bullying

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